PERCEPCIÓN
Cuando nos emocionamos es porque hemos percibido algo que nos gusta, nos ha llegado, ha conectado con nosotros y somos capaces de sonreír o de llorar por ello, o las dos cosas al mismo tiempo. Eso lo experimenté oyendo tocar a Giora Feidman el clarinete. Un subidón. Me sorprendió. ¿Cómo podía estar alegre y triste a la vez? Pero reconocí esos dos estados emocionales, los canalicé y los disfruté. Disfruté de algo nuevo. Parece fácil entender eso, pero no lo es para todo el mundo: vi y oí, y probablemente hasta sentí las vibraciones de la música, la brisa en contacto con mi piel y me contagié de la expresión de satisfacción del resto de gente que estaba allí conmigo, disfrutando del concierto. Me contagié también de cómo tocaba Feidman; las pausas, su cuerpo moviéndose, sus dedos tocando. Pero de eso, he de decir, no fui consciente. Los que vemos y oímos pasamos por alto muchas cosas.
Con los años, he aprendido que incluso uno puede emocionarse con algo que no le gusta. Gustar o no gustar podría resumirse en conectar o no conectar con algo que percibimos. Percibir, con todos los sentidos. Cuantas más experiencias, más conocimiento, más capacidad de entender y por tanto de conectar. Eso lo hacemos a una velocidad de vértigo. Es tan fácil acceder a lo que tenemos a nuestro alrededor que no nos damos ni cuenta de cómo lo hacemos. Y acceder no es sólo ver o tocar, es entender. Del modo que sea. Porque no entendemos todo de la misma manera. Y no pasa nada. Lo que es brutal es la capacidad de interpretación que tenemos. Porque la vista nos cuenta cosas y los sonidos nos ayudan a distinguir, a filtrar, a reconocer. Somos capaces de desayunar con una mano, mientras escuchamos música y deslizamos el dedo índice de la otra mano por la pantalla de la tablet. Somos capaces de contarle a alguien en cinco minutos lo que hemos hecho en todo un día, de subir y bajar escaleras sin necesidad de usar la barandilla a la vez que saludamos a alguien que nos cruzamos por el camino, o de ver un cuadro en un museo y saber que se trata de un paisaje con árboles, nubes y vacas pastando, porque sabemos reconocer todo eso. Fácil.
Pero de hecho no es fácil. Lo parece. Porque disponemos y usamos todos los sentidos, consciente e inconscientemente, en un mayor o menor grado. Pero no todo el mundo tiene esa suerte. Hay quien nace sordo y ciego. Su percepción del mundo es forzosamente diferente a la nuestra. Nosotros hacemos conexiones y relacionamos cosas de manera diferente a como lo hace una persona sordociega. De hecho, no sabemos cómo piensa, ni cómo sueña, ni cómo imagina, ni cómo entiende. ¿Cómo comprende una persona sordociega el mundo exterior? Si tuviera que resumirlo, con mi escasa experiencia trabajando con personas con sordoceguera, diría que entienden el mundo exterior en relación a su propio cuerpo. Parece muy limitado, pero ese es sólo el punto de partida. Es posible ir más allá. ¿Cómo? Explorando. En este caso, tocando. Fácil. Explorar. Lo hacemos constantemente. Controlando. ¿Alguna vez habéis intentado moveros con los ojos cerrados por un espacio desconocido? ¿O quizás os han querido hacer tocar algo que no podíais ver y os habéis negado? ¿Cómo os habéis sentido? Pues eso es lo que les pedimos a las personas sordociegas constantemente: que superen barreras, miedos, inseguridades. Es lo que les pido con el proyecto que arranqué ahora hace más de un año. Y todavía tengo dudas de si tengo derecho a ello.
Hace 15 meses inicié un proyecto de accesibilidad al arte para personas con sordoceguera. Quería encontrar una manera para que se acercaran al mundo, y ofrecerles el del arte me pareció que podía ser muy enriquecedor. ¿Quién no se ha emocionado viendo la figura de un Cristo durante la Pasión, o un arco del triunfo romano, o su ídolo esculpido en cera? Lo difícil es hacer el arte accesible, una vez que descubrimos que nuestro concepto de accesibilidad está lejos de ser lo que debería ser. No es sólo abrir una puerta, sino ser capaces de explicar qué es lo que hay tras ella, usando un lenguaje que dominamos muy poco: el de la comunicación no verbal, a través del tacto, del olfato y, por qué no, del gusto. No basta con explorar la pieza. Hay que interpretarla, interiorizarla y sentirla. Y nosotros debemos ser capaces de hacer posible este proceso, de encontrar un lenguaje común de comunicación. Tenemos mucho que aprender, pero este proyecto quiere ser un punto de encuentro entre personas sordociegas y personas que aprenden a ver y oír de otra manera.
Inés Legemaate
Accesibilidad al arte para personas con sordoceguera